Quintiliano dedica no poca atención al humor y a la risa.
El humor
caracteriza un rasgo de estilo de reconocida importancia y que causa efectos
notables. Lo denominamos humor, gracia o vis
comica, y se puede graduar desde la sonrisa mental hasta la risa franca,
con sabrosos frutos:
·
Disuelve
los afectos tristes
·
Relaja
la atención
·
Renueva
el interés
·
Recupera
del hastío
·
Alivia
el cansancio
“Hay otra virtud contraria a la comentada
de la compasión, que moviendo al juez a la risa, disuelve los afectos tristes y
con frecuencia aparta la atención intensa de las cosas, y en muchas ocasiones
renueva el interés y lo recupera del hastío y del cansancio.” Inst. VI, 3, 1
Pero este
recurso ha de ser usado con prudencia y sólo si se tiene una cierta seguridad
en las propias capacidades para provocarlo, para evitar caer en el exceso, en
el ridículo o, lo que sería imperdonable, en atraernos la opinión contraria y
la deshonra.
“Aparece en primer lugar una gran
dificultad, que lo ridículo suele ser falso (y esto es siempre mezquino), a
menudo desfigurado a propósito, nunca respetuoso con el honor.” Inst. VI, 3, 6
En último
extremo, desconocemos los mecanismos de la risa, pero sí advertimos que hay
personas que tienen facilidad para provocarla y otras que no, al menos de
sugerir una visión cómica de las cosas, para lo cual no sólo se atiende al
lenguaje, sino a la actuación íntegra del orador.
“Pues pienso que no ha sido explicado
por nadie, aunque muchos lo han intentado, de dónde procede la risa, pues no
solo ocurre por algo hecho o dicho, sino también a veces la provoca algún
movimiento del cuerpo.” Inst. VI, 3,
7
“Así pues, la risa nace del cuerpo del
adversario, o de su interior, que se
conoce por sus hechos y dichos, o de otras cosas ajenas a esto.” Inst. VI, 3, 37
“Además, no se mueve a risa por una sola
razón, ni solo por algo agudo y gracioso, sino en ocasiones por cosas necias,
airadas, tímidamente dichas o hechas.” Insti.
VI, 3, 7
“Pero es mayor (la gracia) cuando parece
no querer provocar la risa, pues nada hay más insulso que lo que se dice como
si ya tuviera gracia.” Inst. VI, 3,
26
Propone
Quintiliano abundantes ejemplos de recursos a lo risible, cómo fueron
provocados por los oradores y sus efectos, pero acaso podríamos resumir la
causa tan esquiva a descripción en la siguiente afirmación:
“Y, por Hércules, toda el arte de hablar con gracia reside en que se hable de manera
distinta a como es normal y verdadero. Esto se consigue inventando las
convicciones propias o ajenas, o afirmando cosas imposibles de hacer.” Inst. VI, 3, 89
No se debe
menospreciar este recurso bien utilizado, y entendiendo que el orador no es un
actor y que el abogado no puede ni debe ser tachado de histriónico, por eso
indica Quintiliano varias cautelas:
“No le va nada bien al orador un rostro
ridículo y como de los que se suelen
reír en los mimos.” Inst. VI 3, 29
“La mordacidad chocarrera/bufonesca y
teatrera es ajena al orador. Más aún, la
obscenidad debe estar ausente tanto de las palabras cuanto del sentido.” Inst. VI 3, 29
“También ha de evitarse que no parezca lo que decimos como petulante, ni engreído, ni fuera de lugar o tiempo ni preparado ni
traído de casa.” Inst. VI, 3, 33
“Contra los desgraciados es inhumana la
broma.” Inst. VI, 3, 33
“Pero hay también hombres de tan
aceptada autoridad y conocida honradez que
la petulancia contra ellos en el hablar resulta perjudicial.” Inst. VI, 3, 33
“Hace mal efecto recurrir a lo que
afecta a muchos, si se refiere a naciones, o clases sociales, a condiciones de
vida o al empeño de muchos.” Inst. VI,
3, 34.
“Todas las cosas que diga un hombre
bueno (orador) lo debe decir de manera que quede a salvo su dignidad y honra,
la risa es un precio demasiado alto si se consigue a costa de la honorabilidad.”
Inst. VI, 3, 35
El humor incide
especialmente en los sentimientos, ayuda a variar la posición o visión sobre un
determinado asunto hasta conseguir incluso que cambiemos de parecer, o suaviza
tensiones de otro modo crecientes y decisorias.
“Aunque el hacer reír parezca cosa liviana y a la que se llega por bufones, comediantes, y al fin bobos, tiene, sin embargo, no sé qué
fuerza poderosísima a la que apenas se puede resistir.” Inst.
VI, 3, 8
“Pues estalla a menudo sin que queramos,
y no sólo arranca la confesión de nuestro rostro y voz, sino que todo el cuerpo
se mueve por su fuerza. A menudo, como
dije, proporciona un giro decisivo a cosas de máxima importancia, pues suele
quebrar el odio y la ira.” Inst. VI,
3, 9
El estilo y el
humor añaden cualidades poderosas y convenientes para que aquello que en la
demostración hace latir el corazón de las argumentaciones, se muestre
resplandeciente, atractivo y deleitoso a
quienes escuchan y deciden sobre la actuación del orador.
“La elegancia no reside tanto en las expresiones singulares, como en el
colorido del conjunto del discurso” Inst. VI, 3, 10
Extracto de mi artículo :“Guía de oratoria forense. Estilo y humor en el discurso forense”. Iuris, nº 200, octubre (II) 2013, 26-29.