RETÓRICA Y POÉTICA

PRIMER PRECEPTO

Y la mente va donde el corazón la lleva (Zambrano)

Poética

La tensión del poeta le impulsa hacia dentro, no le expulsa de sí. Por eso, el movimiento primero que le urge afrontar consiste en ensimismamiento.
El poeta se embriaga de su propio e íntimo descubrimiento. “En la interior bodega de mi amado me entré y cuado salía por toda aquesta vega ya cosa no veía y el ganado perdí que antes seguía”. En este verso, Juan de la Cruz integra la visión poética en su lugar de esimismamiento ajeno al sentido, que de otra manera se fundiría en lo místico sin distinción e incluso en la curia ajena y fría del saber científico/intelectual

Retórica

Una vez mas Aristóteles: Sea la retórica el arte de encontrar lo adecuado en cada caso para producir la persuasión” Y la persuasión fluye por el cauce estrecho de las emociones, mejor aún, de la razón cálida y atenta de las personas, ausente esa otra razón de tacto frío y tez helada con que se pretende ofrecer la verdad siempre tan ajena.
Lo que no da igual, lo que merece la pena, vacila constantemente en el aliento de las decisiones cotidianas o de otras menos urgentes, más decisivas, más meditadas que las acacias mayores.
Primero sumergirse en uno mismo. Antes de hablar el orador respira pausado tomando fuerza para salir del mundo espectral del silencio. En ese movimiento agota la dialéctica del corazón que imagina con cada latido la posibilidad del horizonte cotidiano, y en la lengua la intensidad primera de la palabra que aun se espesa mientras se fragua en la íntima bodega.

SEGUNDO PRECEPTO

Antes del principio, el silencio

Poética

Antes del albor de las cosas, incluso antes de que comenzara siquiera a urdirse la zambra de donde proviene el lenguaje, el silencio.
Imaginamos el camino como ruido, como la atronadora voz de un dios que hacÍa emerger las cosas a la orden de su voz,
Como la explosión gigantesca de miles de soles que surgieran desaforados antes sus propios cuerpos desgarrados en el espasmo del alumbramiento de la infinitud de mundos, es espera de dimensiones que surgirían de su entraña aún caótica.
Una voz como de gigante, voz de masa asustada que grita su espanto por encima del horizonte sin medida ni harmonía. Pero… el silencio, solo el silencio habitaba la infinita extensión que aún no era ni infinita ni extensión, solo el silencio reinaba en aquella espantosa soledad fría e inerte.
Se advierte tan terrible esta visión de un silencio absoluto, completo, total, compacto, sin fisuras que su sola imaginación llena de espanto.

Retórica

Anticipación, prolepsis. El ser humano en sí mismo, antes en el comienzo de sí como un grito o los tibios rayos solares premonitorios en la inquietud previa del dios. Antes de la luminosa claridad, la luz misma sin sombra; antes del aleteo del ave, el impulso; antes de las palabras, la callada quietud donde reposan las ideas, que en el silencio se alimentan y crecen.
Por eso, en la técnica propia del oficio, dijeron los antiguos que había que detenerse dentro de uno mismo, detenerse, repasar, observarse con atención y sosiego, como el atleta cuando se concentra en la acción inmediata, como el david marmóreo en la contenida tensión que sin mirar atisba el futuro con tal impulso que ya se aprecia esa breve contención que precede al movimiento, y sin embargo, su mano aún no se tensa, y sus músculos relajados le hacen todavía elegante y aéreo, previo al orden y al vigor pétreo de la lucha.


 TERCER PRECEPTO


Et in principium verbum

Poética

Aunque la verdad no fuera, suena hermoso porque dice: "El espíritu de Dios sobre las aguas", un espíritu ausente y silencioso, ajeno, estrechamente en sí concreto, mudo. Nada inducía a pensar entonces que algo más que él se movía sobre la faz de un mar inerte, inmenso y sin olas, ni monstruos marinos en su vientre.
Una mano estricta desvió el cauce ensimismado (clausuró la luminosidad intensa del silencio). Sin otra intención, destino ni dirección aleteaba, supongo que pasaba hacia donde la ausencia de voluntad lo guiaba. Y comenzaron las palabras. Tan breves, tan aladas, tan preñadas, tan exactas…

Retórica


Como figura hústeron-próteron. Porque lo nuevo recapitula lo antiguo y todo ha de pasar por tal manera. Nada permanece sino el desconcierto de la materia que se aferra a la nada para permanecer, abismada en la nada de la que salió y donde sabe que volverá.
Cuando el orador avanza en su discurso continuamente piensa en el principio que inaugurará su conclusión, porque el entramado de su voz teje una nueva aurora donde se alzará la persuasión. Los objetivos a los que un discurso tiende no son sin más los del asentimiento, sino la recuperación del círculo íntimo de la vida humana. Porque el eterno retorno sostiene la potencia intensa de la palabra y del pensamiento. Al principio la palabra y en el entorno la palabra y al final la palabra incluso desecha en las hilachas de la historia, desgarrada por el trazo sinuoso de los recovecos de la memoria. Aquí no hay excusas ni entorno donde replegar el vuelo o esconder la mirada. Frente a lo dicho, la desnudez inmediata del pensamiento refulge con claridad insospechada, único, espléndido, nítido, solo.

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