sábado, 24 de septiembre de 2016

¿PUEDE EL ORADOR DEFENDER CAUSAS INJUSTAS O MALVADAS?

Al orador/abogado se le presenta una objeción decisiva, la de si defender y cómo defender causas injustas o a los culpables conocidos y ciertos de delitos. En ese caso, se podría suponer que el abogado de parte sustentaría de alguna manera los actos delictivos o las injusticias que han cometido los inculpados. En esta consideración se encuentra el origen de algunos reproches a la retórica por parte de la filosofía, en tanto que esta última sólo defendería la verdad y la otra se acomodaría al contexto, aunque ambas no dejan de ser, sin embargo, afirmaciones retóricas. 




Quintiliano, siempre atento a la fórmula concreta de probar sus argumentos, razona primero exponiendo claramente la objeción:

«Pero me parece que ya estoy oyendo a algunos (porque nunca faltará quien quiera ser más bien elocuente que hombre de bien) que me dicen: Pues ¿para qué es tan grande el arte de la elocuencia? ¿Por qué hablas de los adornos del discurso, de la defensa de las causas complicadas, alguna vez también has hablado de la confesión del reo, a no ser que alguna vez la fuerza y la capacidad de hablar triunfen sobre la misma verdad? Porque un hombre de bien no defiende sino los pleitos justos, y estas tienen defensa bastante en la misma verdad, incluso sin entrenamiento retórico» Inst. XII, 1, 33

Y esta es su respuesta:

 «Porque si muchas veces es acto heroico matar a un hombre y alguna vez es cosa muy honrosa matar los hijos, y si se permiten hacer cosas aún más terribles de decir si lo exige el bien común, no hay que considerar aquí solamente la causa que defiende un hombre de bien, sino que hay que mirar también por qué razón y con qué objeto la defiende.» Inst. XII, 1, 37

«Además de esto, ninguno pondrá duda en que si los delincuentes pueden de alguna manera cambiar su modo de pensar para enmendar su vida, como a veces se concede que lo pueden hacer, estará más en el interés del Estado el salvarlos que el castigarlos. Por tanto, si el orador ve claro que este, al que ahora se acusa de delitos ciertos, puede llegar a ser un buen hombre, ¿no procurará sacarle libre?» Inst. XII, 1, 42

Esto es lo que permite defender causas que pueden ser consideradas improcedentes, injustas o incluso malas moralmente, en tanto que el orador atiende no sólo a su propio carácter moral, sino también a la propia causa y a con qué objeto se defiende la persona implicada en ella. Porque defender a un asesino para conseguir justicia es loable acción, no ya por los efectos que produjo el inculpado, sino por el bien que se deriva de la finalidad de la acción de la defensa.

Si viviéramos en el mundo ideal platónico o en el exacto y claro de las matemáticas y la lógica, no habría problema, pero vivimos entre humanos, donde la verdad resulta en innumerables ocasiones inverosímil. 

«Pero también es necesario dar reglas, y enseñar de qué manera han de tratarse las cosas que son dificultosas de probar. Porque muchas veces aun las mejores causas se parecen a las malas, y un inculpado inocente es acusado de muchas cosas que tienen apariencia de verdad; de donde resulta que debe ser defendido observando el mismo método que si fuera culpable. Además de esto, hay innumerables cosas que son comunes a las causas buenas y a las malas, como son los testigos, los documentos escritos, las sospechas y las opiniones. Y los hechos verosímiles se prueban y se refutan del mismo modo que los verdaderos. Por esta razón se dirigirá el discurso, según el asunto lo requiera, conservando siempre una recta intención.» Inst. XII, 1, 45
Este resumen procede de mi artículo “Guía de oratoria forense. El orador perfecto”. Iuris nº 220, septiembre (II) 2014, 23-25.

viernes, 23 de septiembre de 2016

EL ORADOR PERFECTO



Quintiliano, en su obra Institución Oratoria,  desarrolla una idea muy querida en la antigüedad, de hondas raíces socráticas, la de que la excelencia en un arte no se alcanza a no ser mediante la perfección del ser humano completo.

«En tan inmenso mar sólo me parece que veo a Marco Tulio (Cicerón), el cual, a pesar de haber entrado en él con una nave tan grande y bien equipada, amaina velas, deja los remos y se contenta al cabo con enseñar con qué tipo de estilo tiene que hablar el que ya es orador perfecto. Pero mi temeridad se esforzará en tratar también de la ética que debe tener y considerar sus propias obligaciones.» Inst. XII, proe 4 

Su famosa definición de orador encierra una teoría tanto de la retórica como del orador:

«Es pues para nosotros el orador que queremos formar, tal como lo define Catón: un hombre de bien que sabe hablar (vir bonus dicendi peritus).» Inst. XII, 

Este vir bonus dicendi peritus sugiere en cuatro palabras una auténtica y compleja caracterización del orador, pues la carga semántica de cada una de ellas traza un retrato de un hombre íntegro, moralmente y psicológicamente, fundamentado a través del lenguaje. Así lo expresa en este párrafo:

«La misma naturaleza, principalmente en aquello que de manera especial otorgó al ser humano y con lo que nos distinguió de los demás animales, no hubiera sido madre, sino madrastra, si nos hubiera proporcionado la capacidad de hablar para que fuese compañera de los delitos, contraria a la inocencia y enemiga de la verdad. Porque mejor hubiera sido nacer mudos y carecer de toda razón que emplear en nuestra propia ruina los dones de la Providencia.» Inst. XII, 1, 2



En su opinión, orador perfecto sólo puede serlo el hombre de bien, porque supondría una contradicción con el propio proceder de la naturaleza que alguien malo, es decir, con un defecto en su propia esencia, pudiera ser excelente. Muy en línea socrática, como dijimos, explica Quintiliano al orador perfecto como moralmente perfecto. Esto no deja de llamar la atención en nuestra época, acostumbrados como estamos a exigir especialización y disculpar lo demás en virtud de ello. Dejemos hablar a Quintiliano:

«Considera más allá mi modo de pensar. Porque no solamente digo que es necesario que sea hombre de bien el que va a ser orador, sino que no puede ser orador sino el que sea hombre de bien» Inst. XII, 1, 3 

«Pues si nadie es malo si no es igualmente necio, tal como no sólo lo dicen lo sabios, sino que también lo ha creído siempre la gente normal, ciertamente nunca un necio llegará a ser orador» Inst. XII, 1, 4

«Finalmente, por abreviar la mayor parte de la cuestión, supongamos, lo que de hecho nunca puede pasar, un mismo grado de capacidad, de estudio y de erudición en un hombre pésimo y en otro óptimo, ¿de cuál de los dos diremos que es mejor orador? No hay duda alguna que de aquel que es también mejor hombre. Pues por lo mismo, jamás un mismo hombre, siendo malo, será perfecto orador. Porque no es perfecta una cosa cuando hay otra mejor que ella.» Inst. XII, 1, 9

«Porque nadie pondrá esto en duda, todo discurso se dirige a que el juez vea lo que se expone como verdadero e intachable. ¿Y esto lo conseguirá mejor un hombre honesto o uno malvado? Uno honesto, que habla frecuentemente de cosas verdaderas y honestas… Por el contrario, a los hombres malvados alguna veces hasta se les estropea la misma desfiguración de las cosas por causa del desprecio que tienen de las opiniones ajenas y de la ignorancia de lo que es justo.» Inst. XII, 1, 11-12

Esta posición es tan genuina en él y tan honrada, que al pasar revista a los modelos que se proponían en las escuelas de oratoria, especialmente Cicerón y Demóstenes, no deja de someterlos a juicio.

«Ahora voy a responder a aquellas objeciones que se me hacen como una especie de conspiración del vulgo. Entonces… ¿Demóstenes no fue orador? Porque se nos dijo que fue malo. ¿No lo fue Cicerón? Pues muchos reprendieron sus costumbres.» Inst. XII, 1, 14

«Pero si a estos hombres les faltó la más alta virtud, responderé a quienes ponen en duda si fueron oradores del mismo modo que los Estoicos si se pregunta si fueron sabios Zenón o Cleantes o el mismo Crisipo, que fueron hombres grandes y dignos de respeto, pero que no llegaron a conseguir aquello que la naturaleza del hombre tiene por lo más excelente. Pues Pitágoras no quiso que le diesen el nombre de sabio (sofós), como los que le habían precedido, sino el de amante de la sabiduría (filósofo).» Inst. XII, 1, 19

«Sin embargo, acomodándome al modo común de hablar, he dicho muchas veces, y lo volveré a decir, que Cicerón es un orador perfecto… pero cuando sea preciso hablar con propiedad y ajustándose a la verdad, diré que yo busco al mismo orador que Cicerón buscaba» Inst. XII, 1, 19

Para Quintiliano, Cicerón se encuentra cerca del ideal del orador perfecto, aunque reconoce esos fallos de carácter que se le atribuían desde la antigüedad, como su prepotencia, insolencia o afán de notoriedad. Sin embargo, Quintiliano no lo propone, ni a él ni a Demóstenes, como encarnación del ideal, sino acercándose al mismo de manera muy aproximada, digamos como posibilidad humana real del orador perfecto, algo así como esos filósofos estoicos que cita o cómo Pitágoras se llamo filósofo, amigo de la sabiduría, cercano a la sabiduría, y no sabio, por humildad intelectual. 

En último extremo, la búsqueda del orador perfecto descarta la posibilidad de que a ese ideal llegue alguien malo por imposibilidad antropológica y psicológica, debido a que entra en contradicción su propia naturaleza con su actividad.

«Admitamos, sin embargo, cosa imposible por naturaleza, que haya habido algún hombre malo consumado en la elocuencia; pues con todo negaré que este fuera orador. Como tampoco llamaré valientes a los que enseguida están dispuestos, pues la valentía no puede entenderse sino como virtud (requiere término medio, discernimiento).»  Inst. XII, 1, 23

«Porque nosotros no formamos cualquier tipo de instrumento forense ni una barata cualidad de voz… (sino) una persona singular y perfecta desde todo punto de vista, óptima en sentimiento y óptima en palabras.» Inst. XII, 1, 25

«Persuadirá mejor a otros quien se haya persuadido antes. La simulación, aunque se esté muy pendiente, se descubre al final, y nunca fue tal el poder de la elocuencia que no titubee y vacile siempre que entren en contradicción las palabras con los sentimientos. Pero es necesario que un hombre malvado diga lo contrario de lo que siente.» Inst. XII, 1,29-30


Se puede consultar mi artículo, del que procede este resumen, en “Guía de oratoria forense. El orador perfecto”. Iuris nº 220, septiembre (II) 2014, 23-25.

jueves, 15 de septiembre de 2016

CONSEJOS DE SÉNECA PARA HABLAR BIEN

Estas frases están tomadas de la colección de Cartas  a Lucilio, excepto la última, que es de su libro titulado Sobre la ira.  Las Cartas a Lucilio son una serie de epístolas que Séneca envió a su discípulo y amigo Lucilio. En ellas habla de mucho temas, también de retórica. Dejo aquí algunos extractos de esas cartas, que aconsejo encarecidamente leer. Se pueden encontrar explicados en mi artículo “Aproximación a la retórica de Séneca", publicado en la revista Helmántica, nº 191, enero 2013.
(Ep quiere decir “carta”, en latín epistola, se cita el número de la carta y el apartado de la misma en que está la frase. La traducción del latín es mía)



seneca

             Séneca. Dibujo de Rubens
Ep 24.19: “Es vergonzoso decir una cosa, pensar otra: ¡cuánto más vergonzoso escribir una cosa, sentir otra!”

Ep. 40, 2: “Esto no lo apruebo en un filósofo, cuya pronunciación debe ser también, como la vida, comedida”

Ep. 40, 2: “Por eso Homero atribuya la palabra apresurada y sin interrupción al orador joven, al viejo la suave y más dulce que la miel”

Ep 40,4: “Añade ahora que la elocuencia que se dedica a la verdad debe ser sin artificio y simple. La dirigida al pueblo nada tiene de verdad, intenta mover a la turba y arrastrar con su fuerza los oídos incautos…”

Ep. 40, 8: “El orador vaya tan deprisa y se apresure cuanto puedan asimilar los que le escuchan”.

Ep. 40, 12: “Esa fluidez del discurso la apruebo, no la exijo en el hombre sabio: que su discurso salga sin tropiezos, pero prefiero que fluya con mesura antes que corra”.

Ep 40, 14: “Corolario de lo dicho es: que te mando ser lento en el hablar”.

Ep 52, 14: “Pero que se conmuevan tus palabras por el asunto, no por el estilo; de lo contrario les perjudica la elocuencia, si no conduce al deseo de las cosas, sino de sí misma”.

Ep 75, 5: “No deleiten nuestras palabras, sino que aprovechen, Si, no obstante, puede utilizar la elocuencia sin esfuerzo, si está ya dispuesta o cuesta poco trabajo,  que se haga presente y traiga consigo las más bellas cosas, pero sea tal que muestre las cosas más bien que se muestre a sí misma. Todas las demás artes pertenecen al ingenio, aquí se trata asunto del espíritu”.

Ep. 75, 1: “Te quejas de que te envío las cartas poco esmeradas. ¿Sin embargo, quién  habla esmeradamente sino quien quiere hablar afectadamente? Como sería mi conversación si algo consideráramos o paseáramos juntos, poco preparada y fácil, quiero que sean mis cartas, que nada tienen de rebuscado ni fingido”.

82,24: “Agudas son estas cosas que dices: nada es más agudo que una arista. A algunas cosas  vuelve inútiles e ineficaces la misma sutilidad”.

Ep. 114,1: “Para los hombres tiene que ser igual la manera de hablar que la vida”

Ep 115,1: “No quiero, mi Lucilio, que estés excesivamente preocupado por las palabras y la composición… Piensa qué escribir, no de qué modo”.

De Ira 1, 6, 33: “Así, al guardián de de las leyes y al jefe de la ciudad conviene, mientras pueda, curar los espíritus con palabras, y con las más suaves, para que persuada de lo que se ha de hacer, atraiga los espíritus hacia lo justo, promueva el odio al vicio y el valor de las virtudes; pase después a un discurso más severo, que aún advierta y repruebe; por último, acuda a los castigos, pero leves todavía...

miércoles, 14 de septiembre de 2016

ALGUNAS ORIENTACIONES PRÁCTICAS PARA EMPEZAR Y SEGUIR



¿Cómo resumir en breves frases unos consejos que le orienten? Le propongo los siguientes, provienen de mi experiencia propia y de la aprendida con mis alumnos. Medítelos.

  • Investigue la causa de su miedo a hablar en público: ¿miedo escénico? ¿falta de  preparación?
  • Imagine aquello que le asusta: públicos difíciles, situaciones contrarias, imprevistos.

https://pixabay.com/es/miedo-dread-emoci%C3%B3n-expresi%C3%B3n-cara-19086/

  • Hable siempre que pueda.
  • Medite, reflexione
  • Escriba
  • Escriba
  • Escriba: La mano es el cerebro en movimiento.

  • Aprenda de sus oyentes: los gestos desfavorables nos enseñan,  los amables nos animan.


  • El orador absolutamente perfecto no existe.

 Ejercítese en este sencillo pero eficaz método de introspección. Piense y escriba. No se juzgue, analice y escriba

Es fruto de su análisis. Guárdelo y vuelva a visitarlo dentro de un tiempo, una vez puesto en práctica algún método para mejorar su capacidad de hablar en público.  


 


domingo, 11 de septiembre de 2016

ESTRATEGIAS PARA ELABORAR DISCURSOS

“Hay personas que empiezan a hablar un momento antes de haber pensado”
Jean de la Bruyère

Exponemos ahora cuatro pasos para crear un discurso que se fundamentan en algo tan sencillo como pararnos a pensar antes que ponernos en movimiento. Las palabras se alimentan del fondo nutricio del pensamiento, la memoria, la experiencia.

 1. Pensamiento salvaje

Se trata de dedicar unos momentos a estar quieto y callado concentrado en el asunto del que tenemos que hablar. Quizá la primera intención sea la de empezar a coleccionar notas, o a escribir algunas o a buscar cierta información que recordamos haber visto…. Pararse a pensar, pero de la manera que se describe en el punto 2.

2. Dejar fluir nuestras emociones y pensamientos

¿Por qué este paso? ¿No hemos afirmado que se trata de pensar? Así es, en efecto, pero pensar en los seres humanos no sucede como en los ordenadores, atados a procedimientos lógicos, fríos y ajenos. Hay que dejar fluir nuestra mente, sin barreras, sin autocensuras.

“Hay personas que parecen no pensar más que tonel cerebro, o con cualquier otro órgano que sea el específico para pensar; mientras otros piensas con todo el cuerpo y toda el ama, con la sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los pulmones, con el vientre, con la vida” (Unamuno, Del sentimiento trágico).

Emociones, sentimientos, voluntad se anudan con nuestros pensamientos más racionales, sólo con una cierta violencia conseguimos separarlos.
emociones

3. Comprender el problema

El pensamiento se centra en el problema. Al fin y al cabo, este es el objetivo. Incluso si ha hablado ya varias veces sobre algo en concreto, el hecho de pararse a pensarlo le proporcionará más solidez o una mejor comprensión. Pero no se trata sólo de comprender el problema en sí mismo considerado, sino en relación con las personas a quienes se va a dirigir, Para ajustarlo a sus intereses y capacidades, a aquello que puede hacerles recibir mejor su discurso
4. Consultar con lo que sabemos

Con nuestra experiencia o la de otros. A veces se trata de leer, otra manera de dialogar con alguien que vivió antes que nosotros. Antes de consultar literatura técnica sobre el asunto, hacer acopio de datos y empaparse de lo propio de nuestra profesión, una consulta pausada con otras personas o con nosotros mismos, nuestras experiencias anteriores, esa reflexión que nos llamó la atención de algún filósofo, lo que sabemos que le sucedió a un amigo o conocido, producirá frutos inesperados.

SI TIENE POCO TIEMPO PARA LEER, LEA POCO Y PIENSE LO QUE LEE

5. Elaborar el discurso
 
Este paso se da al final y más adelante diré como. Pero lo ya aviso que es necesario escribir:

“Es  necesario, por tanto, escribir con el mayor cuidado posible y mucho en cantidad. Porque igual que la tierra, profundamente cavada, se hace más fecunda para producir y hacer crecer las semillas, así el progreso, no sacado de lo que es superficial, dispensa con mayor abundancia los frutos del estudio y los conserva con mayor seguridad”(Quintiliano, Institutio, X, 3, 1).

Al escribir comenzará a encauzar el pensamiento que brota libre y disperso. Le trazará un surco por donde irá discurriendo ese arado de tinta que es el bolígrafo, con el que guiará el flujo de sus palabras. Incluso para poder improvisar bien, conviene haber escrito mucho antes.

LA ESCRITURA FORJA LA TRAMA DEL PENSAMIENTO

sábado, 10 de septiembre de 2016

LA CREACIÓN DE SILENCIO




QUIEN NO SABE CALLAR, TAMPOCO SABE HABLAR
(Pseudoséneca, De moribus)


Ante una presentación o discurso enseguida nos planteamos la ejecución, el desarrollo, los gestos, el vocabulario a emplear…. Corremos el riesgo de oscurecer un requisito imprescindible para el orador: cultivar el silencio. 

Los antiguos hablaban de dos operaciones mentales previas a la elaboración del discurso que consistían en entender la cuestión de la que se iba a hablar (intellectio) y encontrar los materiales a emplear en esa exposición (inventio), los argumentos, los ejemplos, los signos que se pueden utilizar. Hablaremos de eso también, pero quiero exponerle un paso anterior desde donde nace fuerza interior para afrontar la situación en que nos pone hablar.

 “La acción nace de una mente silenciosa, es la cosa más bella del mundo” (Osho, Creatividad)

Todas las producciones humanas aparecen primero como ideas en el interior de una mente que observa, que establece relaciones y que se detiene en lo que le parece interesante.

Y, sin embargo…, ocurre que a veces resulta difícil no sólo estar en silencio, sino también encontrarlo:

Por otra parte, no debe olvidarse que los efectos del ruido también pueden afectar a la persona, aunque esta no sea consciente de ellos, incluso siendo bienvenido el ruido” (Guski, El ruido).


Demóstenes en silencio

Le voy a proponer un sencillo método para ejercitar la contemplación, es decir, la capacidad de estar en silencio consigo mismo.

El método es sencillo, sí,  pero requiere algo de constancia para poder sacar resultados. Quizá al principio le cueste trabajo, porque no siempre resulta fácil alcanzar y soportar el silencio.  Siga los siguientes pasos:


1.      Busque un lugar tranquilo

2.      Siéntese. No ponga música

3.      Cierre los ojos (más tarde los dejará abiertos)

4.      Respire siguiendo un ritmo:

1.      Inspire
2.      Espere un momento lleno de aire
3.      Espire
4.      Espere un momento vacío de aire. 

        (Siga así así rítmicamente. Luego  se  olvidara de la respiración)

5.      Deje fluir lo que vaya apareciendo por su cerebro, no lo dirija, no lo censure: imágenes, sonidos, palabras…

6.  Deje fluir emociones y sensaciones (paulatinamente le alcanzará solo el flujo silencioso de su cerebro)

7.    Cuando se note cansado, déjelo. Si se adormece, duérmase

8. Concéntrese en un asunto que le interese y deje fluir de nuevo ideas y sensaciones y emociones sobre él.    (Esta última para encontrar ideas sobre algo)


El silencio consiste e una actitud interior, que se centra en una escucha atenta de sí mismo y de lo exterior. Por eso desaconsejo la música, un arte al que hay que prestar atención para no convertirlo en ruido.

La contemplación de las cosas nos lleva hacia el silencio, desde el exterior al interior. Podemos manejar con cierta facilidad el ruido externo, pero el interno es más complicado. El método que le propuse antes, si lo practica con asiduidad, le ayudará a acercarse y conseguir ese silencio interno en el que podremos encontrarnos con nosotros mismos y, desde un punto de vista más práctico, hallar los motivos, temas y palabras con las que expresarnos en nuestra vida cotidiana y a la hora de hablar en público.